edaismo
Ésta, sentenció Amalia, señalando la pantalla, hacia una casilla en la parte superior izquierda en la que aparecía ella sentada sobre una silla, de espaldas. Pero no te ves, claro que sí ahí estoy mirá bien, estás de espaldas, y qué es mi espalda, pero querés te recuerden de espaldas, claro así estarán obligados a recordarme porque si les muestras mi cara no me recordarían intentarían reconocerme y no es lo mismo la cosa es que me recuerden eso dijiste, lo sé pero esto es un toque tirarle un manifiesto a quien te llora, es un recurso muy noble y quiero que esa sea la imagen que usen cuando intenten recordarme. Adjuntó la imagen al correo y lo envió; al momento entraría el correo automático confirmando su recibido. No ibas a dejar algo escrito, no. Con una mueca se saldó la conversación, se quedaron mirando la pantalla, rascándose los codos, removiendo los dedos de los pies en los zapatos, pequeños gestos para llenar el penoso silencio, porque y ahora qué, qué hacemos.
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Primer cuento del libro Bocanada