Del 26 de Marzo al 10 de Abril del 2011, se produjeron 2 partidos de fútbol intenacional, 4 conciertos, una lunada, una noche de boxeo, una maratón, un espectáculo de luces y coreografías; todo en un mismo lugar y en ocasión de la inauguración del nuevo estadio nacional, donado por el gobierno de La República Popular de China, y con un valor aproximado a los $100 millones y $1,8 millones anuales en gastos fijos, que se espera sea posible recaudar a razón de alquileres y vallas publicitarias. Se trata de una estructura imponente situada en el mismo sitio donde por 84 años se irguió la antigua, más modesta “Tacita de Plata”.
Lejos de la polémica e intrigas que genera este anillo de compromiso diplomático y monetario entre el gobierno costarricense y el chino, durante casi 3 semanas el epicentro de todas las conversaciones estuvo en la esquina noroeste del Parque Metropolitano La Sabana: Muchas luces, mucha gente entre el público que pudo pagar su entrada y curiosos transeúntes, grandes despliegues de efectivos de seguridad (lo que en este país, afortunadamente suele ser un exotismo innecesario), mucha música, algunas tomaduras de pelo y la sensación constante, de que algo grande ocurría.
Después de 12 meses, 54 eventos entre culturales, religiosos, cinófilos y deportivos, en su mayoría futbolísticos; 4 jerarcas administrativos, 54 millones de colones en ganancias y todavía sin quien le pueda surcir los ruedos sin negligencia, la gran ballena encallada en La Sabana se muestra con la cara sucia y el cuello amarillento, pero aún provoca alguna sorpresa con matiz de sospecha entre muchos que a diario rodean con la mirada su blanca cresta metálica.